Muchas veces los padres nos preguntan por qué ellos llevan 2 horas esperando en la sala de espera y han pasado por delante suyo varios niños que han llegado más tarde. Seguramente nadie duda que el niño que viene convulsionando o aquel que es traído por una ambulancia tienen que pasar primero, pero a veces nos «mosquea» que el recién nacido que viene plácidamente dormido y tan sólo se le ve un poco amarillo pase antes que nuestro hijo de 4 años que ha tenido fiebre de más de 39ºC; o el niño de 2 años que tose de vez en cuando (pero al que han medido la saturación de oxígeno y está justa) pase antes de nuestra hija de 7 años que se queja desde ayer (e incluso llora) de dolor de oído. La mayoría de servicios de urgencias (y espero que algún día todos lo sean), funcionan con un sistema de triaje y no por orden de llegada. Esto permite determinar la prioridad clínica de los pacientes y ordenarlos por orden de urgencia, es decir, quién tiene que ser visto antes (no siempre es equivalente a gravedad).
El triaje suele llevarlo a cabo un/a enfermero/a especializado/a o un/a pediatra. Se realiza una breve entrevista, una valoración visual y si es preciso, toma de constantes. En función de esto, y siguiendo diferentes escalas, se clasifica al paciente en 5 niveles de urgencia.
I. Pacientes que requieren resucitación, riesgo vital inmediato. Tiempo de atención inmediato.
II. Situaciones de emergencia con riesgo vital. Tiempo de atención: menos de 15 minutos.
III. Situaciones urgentes, riesgo potencial. Tiempo de atención: 30 minutos.
IV. Situaciones poco urgentes, pero potencialmente serias
V. Situaciones no urgentes.
Por ello, es posible que pacientes que han llegado más tarde que vosotros pasen antes. No obstante, si mientras estáis en la sala de espera cambia algún síntoma de vuestr@ niñ@, no dudéis en solicitar que sea reevaluado.